Con cierto retraso (más bien en el último momento) fui a ver la retrospectiva del fotoperiodista estadounidense Steve McCurry, organizada por el Casal Solleric, que se expuso hasta el pasado domingo.
Lo peor:
- que la archiconocida foto de La niña afgana estuviese detrás del tipo de seguridad
- que el reflejo del cristal de las fotografías enmarcadas (suerte que eran una minoría) no dejase ver la obra con claridad
Lo mejor: todo lo demás.
Cualquiera que se plante ante el trabajo de McCurry queda maravillado ipso facto. De hecho, es una de las exposiciones más multitudinarias (sin pasarse) e intergeneracionales que he visto en Palma últimamente. El fotógrafo tiene el don de conjugar con maestría la crudeza de las situaciones que fotografía con la sensación de irrealidad que asalta al espectador al contemplarlo. McCurry retrata escenas sin artificio, pero su ojo crítico consigue elevar a personas anónimas a la categoría de protagonistas.
Además, destacaría por encima de la maravillosa captación del color, las composiciones de cada imagen, que queda completamente depurada de aquello innecesario.